Vicentico se declara dispuesto, “para eso estamos”, a pesar de que ya son al menos cinco entrevista seguidas, en esta maratón con reporteros que su disquera pactó en Bogotá. Da la impresión inmediata de ser la versión formal de aquel que, en 1985, irrumpió con juventud, traje negro, cobres, “basta de llamarme así”, nuevo sonido, aires de Madnes, el nacimiento de un mito. Pero esa primera impresión cae pronto a los pies de sus tenis sucios, su reloj verde y la estrella tatuada en la mano izquierda. Es el Vicentico de siempre.
El mismo a pesar del suéter y la camisa de cuello alto. El de siempre a pesar de su nuevo disco, donde el trío casi exclusivo de guitarra, bajo y batería fluye por entre un aparente desamor y recuerdo. Y por entre los detalles de siempre –como el tono de voz inconfundible– que son como la firma de uno de los emblemáticos de la música. “No, para esos estamos”, repite mientras se acomoda en la silla de buena manera. Al fondo, en el plano desenfocado, la sala está decorada con la tapa del nuevo trabajo – Solo un momento, se llama–. Allí, un cabizbajo Vicentico, camisa militar y corbata suelta, carga un lobo blanco, herido o muerto.
– Si tuvieras que elegir una línea que atraviesa el disco, cuál sería.
– Si, la tiene. Creo que es un poco abstracta pero la tiene. Es como si fuera un disco sobre el después. El después de algo. Después de una ruptura, después de una situación. Y sobre ese momento en particular. Tal vez es un poco raro de contar, pero es los que se me ocurrió. Mientras lo hacía, la sensación que tuve todo el tiempo fue la de estar como buscando por ese lado.
– Dónde vas encontrando el disco: en el día a día, en sentarse a buscarlo en una mesa. ¿Cómo es?
– Y es así. Sentarse todos los días, todas las mañanas. Depende mucho de los horarios familiares, porque trabajo mucho en casa, entonces la mañana es un momento ideal porque los chicos están en el colegio y la casa está como en silencio. Y es un lindo momento para trabajar. Entonces durante tres o cuatro horas trabajé cada mañana buscando canciones y eligiendo situaciones como para contar. Y por la tarde me iba al estudio de Cachorro y volcábamos ese trabajo.
En 2001, Vicentico se separó de Los Fabulosos Cadillacs: la banda de tantos discos, éxitos y –sobre todo– buenas canciones. Pero fue una partida a medias porque, luego de tres discos como solista (Vicentico, 2002; Los Rayos, 2004; y Los pájaros, 2006), volvió a esa vieja y buena andanza y a los estudio de grabación. De ese reencuentro quedaron dos testimonios maravillosos: La luz del ritmo (2008) y El arte de la elegancia (2009), que llegaron para sumarse a la atestada vitrina de aciertos (Yo te avisé, 1987; El León, 1992; o Fabulosos calavera, 1997, por citar sólo algunos). El catálogo de las buenas canciones, que alberga más de veinte discos en treinta años, necesitó muchas más hojas de folder. Y quizá requiera muchas más: Solo un momento suena desde 2010 y ya se hace necesario repetir una y otra vez canciones como “El rey del rock and roll” o el cóver de “Sabor a nada”, porque también volvió a esa buena costumbre de hacer versiones de los clásicos. Es el Vicentico de siempre.
– Con tantos discos y música en la cabeza: te preocupa repetirte. Para un creador con tu experiencia, ¿cómo funciona la creación?
– Bueno, sin ser una preocupación repetirse, es algo que está presente de todos modos en algún nivel de la cuestión. Pero es un nivel muy primario, es decir: “bueno, no me quiero repetir”. Una vez que uno lo piensa deja de ser un problema y es una solución en realidad, porque está uno obligado a buscar nuevas cosas. Pero no tengo un sufrimiento con respecto al trabajo de inventar canciones, al contrario. Digamos, lo peor que a uno le podría pasar sería repetirse o no encontrar una bonita canción ese día. Pero al día siguiente sucede que sí. Y en realidad lo que me decías de la experiencia, que tampoco es tanta la que tengo, lo único que sí me enseño es que las cosas llegan y no hay que preocuparse, que lo peor que uno puede hacer es asustarse. Si estuviéramos hablando de una operación de corazón sería muy preocupante. Pero como estamos hablando de canciones…
Entonces, corta la respuesta con una sonrisa suficiente para acompañar su ironía Es el momento de llevarlo a un terreno ineludible en un diálogo sobre de su nuevo disco. Porque, además de los arreglos suyos, al lado de Cachorro López y Sebastián Schon, cuenta con la colaboración de un músico que hace sus primeros acordes en estudio: su hijo Florián, quien toca la guitarra eléctrica en “El rey del rock and roll”.
– Hablemos de tu hijo, quien participa en el disco. La duda que tengo es si es el pequeño Batman del video de “El muerto”…
– Sí, es el pequeño Batman del video de “El muerto“.
La sonrisa en su rostro dejó la ironía y ahora es la sonrisa de un padre. Luego de una pausa, agrega, emocionado: “Es el mismo. Sólo que ahora es un Batman gigante”.
– Su entrada en la música, quizá era inevitable, pero ¿cómo lo llevaste de la mano?
– Yo podría decir que fue bastante solo. ¿Cómo te puedo decir? Te hago esta comparación. Mi hijo más chico, de tres años, aprendió a nadar muy chico. Y lo que me di cuenta con eso es que en realidad yo no hice nada. Sí estuve con él todo el tiempo, en el agua, pero no hice nada para que aprendiera a nadar: él solo nadaba. Y es parecido a lo que pasaba con Florián. En realidad, como cualquier papa, estuve a su lado porque lo quiero, porque quiero estar con él. Pero, en realidad, fue más dejarlo hacer. Entonces él hizo, hizo, hizo y ahora no para.
– Uno siempre pelea con el papa. ¿Tú peleas con él?
No, no. Yo no peleo con él… Pero él si conmigo. Y a mí me gusta que pelee conmigo.
– ¿Por la música?
– Si, por la música. Y es adolescente. Entonces todo es pelea. Todo es querer irse de al lado de su mamá y mío. Pero es lindo eso también.
– ¿Y a él le gustan los Cadillacs?
– Le gustan mucho los Cadillacs.
– ¿Cuál sería su disco favorito de los Cadillacs?
– Le gustan todos. Y le gusta muchos más los Cadillacs que lo que yo hago solo. Lo que yo hago solo lo tiene como algo ahí que lo escucha pero no lo tiene, por ejemplo, en su IPod. En su IPod tiene los Cadillacs. Y si los Cadillacs salen de gira viene con nosotros.
– Los Cadillacs es un tema obligatorio…
– En principio para mí es muy lindo que sea una pregunta obligatoria porque quiere decir que la banda está viva. Y para mí es muy importante que la banda esté viva porque es un lugar muy querido por todos nosotros. Es como una casa linda de veraneo donde volver todos los años. Y yo creo que en realidad los Cadillacs van a estar siempre haciendo cosas. Lo que pasa es que el tiempo es diferente. Entonces, el tiempo es cuando sea. Y ese cuando sea puede ser en el año que viene, en diez o nunca. Pero siempre vamos a estar juntos. Siempre estamos. En realidad hace poco, hará un mes, estuvimos juntos grabando unas cosas simplemente por diversión. Como un asado que terminó en grabación. Y, bueno, siempre es alucinante. Es como una energía increíble y seguro en un momento va a pasar algo. Es lindo que sea así.
– ¿Que te dijo Flavio de tu disco?
– A Flavio le gustó el disco. Ahora, el señor Flavio es el personaje más intrigante y, aparte de intrigante, él sabe que es intrigante y usa su intriga como modo de vida. Es un mago de la música y me encanta que sea así. Es mi hermano, lo conozco desde muy chico. Ni hace falta que me diga nada sobre el disco. Sé lo que le gusta, lo que no. Él también está grabando un disco ahora que dentro de poco va a salir: está muy bueno. Compartimos mucho.
– Por la época en que ustedes dos empezaron a hacer música se puede decir que hicieron la banda sonora de millones de adolescentes en Latinoamérica que crecieron oyendo su música. ¿Te sientes así?, ¿es algo que cargas?
– No. En lo más mínimo.
– Pero es así…
– De verdad te digo que no. No puedo mirar las cosas con esa dimensión. A lo sumo, creo que en el barrio donde vivo soy una persona conocida. Y con eso tengo suficiente.