¿Y si un partido de fútbol es, en concreto, una pieza literaria? Digamos, una novela: con personajes, conflictos, diégesis y un fuerte discurso, todo ensamblado en una línea de tiempo. Si ese es el caso, puede que no todos los partidos sean literatura; algunos serán, apenas, algunas narraciones donde se ven las fisuras. Pero habrá otros que sean algo así como el Ulises o el Quijote. O al menos Pedro Páramo o Aura. Si es posible, entonces, un partido que está en el top tres de las grandes obras de todos los tiempos es aquel Brasil – Italia de España 1982.
Wílmar Cabrera, periodista y escritor, desarmó esa metáfora y convirtió aquel partido en una novela (una obra sobre otra obra). Los fantasmas de Sarrià visten de chándal. Y en ese título están varias claves de lectura. Sarrià es el tradicional barrio de Barcelona donde un día quedó el estadio del equipo Real Club Deportivo Español, el rival de patio del Barcelona. Allí se jugó ese partido del grupo 3, en segunda ronda de la Copa Mundo de España.
Pero los negocios no suelen saber de nostalgias y partidos memorables y, en 1997, el estadio, que con el tiempo quedó atravesado en una costosa zona de Barcelona, fue demolido para darle paso a un conjunto de apartamentos. Esa significativa circunstancia: las tribunas y el campo donde se escribió una de las más grandes obras del fútbol que luego cayeron demolidos, es retomada por el escritor y desde allí ensambla su novela.
Que no es otra cosa, como suele ocurrir con todo lo que rodea al fútbol, que una gran nostalgia. El partido contado paso a paso, en simultánea con tres voces (los personajes principales): un exfutbolista argentino, un periodista colombiano (que se cree ex futbolista) y un gánster búlgaro. Lo que buscan es idear un tour de turismo que les permita a los visitantes revivir aquel increíble triunfo de Italia sobre Brasil.
Y para contar esa historia la novela se vale de varios recursos audaces: la simultaneidad de voces narrativas: los artículos del periodista y sus notas en la libreta, correos electrónicos y la voz de un narrador que, desde un lente superior, va complementando la historia.
Pero el mérito máximo de esta novela es la obra en sí misma. No es fácil abordar el fútbol en una novela: ha quedado demostrado en las decenas de intentos anteriores, y en el hecho de que, por alguna razón narrativa y literaria, los asuntos de la pelota suelen acomodarse mejor a la lógica narrativa de los cuentos. Pero aquí una excepción a la regla, con una búsqueda por entre la técnica del género y una sólida documentación.
Cabrera es un colombiano radicado en Barcelona, donde se puede intuir –en estas páginas– empiezan a moverlo con fuerza sus inquietudes literarias. Y todo indica que tienen buen sustento: la decisión creadora, que no es poco, y la mano suelta tras años en el oficio de llenar cuartillas también llamado periodismo escrito.