El Cura que se fue al monte fue una presencia inquietante para el novelista RH Moreno Durán. Lo conoció cuando fue estudiante de aquella Universidad Nacional que tuvo como máximo referente a Camilo Torres. El ambiente de aquel campus está narrado en detalle, y con una anécdota bellísima a partir de un texto de Camus, en una artículo que RH escribió en agosto de 1989 para la revista Análisis político y que tituló “La memoria irreconciliable de Los Justos. La Universidad Nacional en la década de los 60”.
Allí hay una completa recreación de cómo era esa Universidad, donde RH fue alumno en la Facultad de Derecho, explica la relación de su generación con asuntos como la política y el arte, y entre líneas se intuyen algunas de sus novelas: motivos, personajes, obsesiones. “Escuchamos a Camilo Torres en los balcones de la cafetería central y meses después llorábamos su muerte” (RH, 1989, página 76).
Torres fue personaje en dos novelas de Moreno Durán: justo la primera y la última que de él se conoce (Juego de damas, de 1977; y Desnuda sobre mi cabra, de 2006, que apareció como una obra póstuma). Y quizá, como solía pasar con RH, la presencia de este personaje no fue una casualidad. Uno de sus sellos como autor fue tejer hilos, tender puentes y proponer conexiones entre sus obras. Jugar el juego de la obra literaria.
Al lado de Torres, en esas dos obras, aparece también Rodolfo Monsalve, aquel detestado personaje de Juego de damas, el autor del “Manual de la mujer pública”, donde se explica la teoría de la ‘coñocracia’ con la clasificación de féminas en Meninas, Mandarinas y Matriarcas. En los setenta, cuando apareció Juego de damas, las lectoras feministas le endilgaron a RH la identidad de Monsalve y de allí su extravagante fama de misógino.
También contribuyó que, al final de las páginas de aquella ópera prima, Monsalve es presentado como el autor del libro que el lector tiene en sus manos. Pero la literatura no se debe leer de manera textual. Puede ser una referencia (parodia) a ese gesto del realismo mágico donde el autor del libro aparece al final en las entrañas del mismo (Melquiades, autor de los manuscritos, etcétera).
El caso es que Camilo Torres comparte los dos libros donde también aparece Monsalve. Las dos novelas están separadas por 29 años. Y en la manera como el escritor representó al Cura guerrillero, en cada una de las obras, hay una toma de posición frente a un asunto trascendental en la historia del siglo XX en Colombia: la revolución por la vía armada.
En Juego de damas el sacerdote comparte un rasgo con Monsalve: son metáforas, alusiones lejanas que los personajes evocan y que producen significados diversos. La información inicial que aparece de Torres en la primera novela de RH está en el capítulo 1 (el de las tres columnas, como de periódico, aquella transgresión del dispositivo libro y declaración de principios del escritor): “Después de crear el Frente Unido del Pueblo, Camilo Torres desaparece y da pie a una serie de comentarios e hipótesis entre las que cobra fuerza la especie de su presunta vinculación al Ejército de Liberación Nacional después de burlar a los sabuesos de la Inteligencia Militar” (Juego de damas, página 46).
Luego, algunas páginas más adelante, los personajes –como decíamos– utilizan al sacerdote para explicarse a si mismos: “Lo volví a tratar durante algunas semanas cuando lo de Camilo. Iba mucho a la sede del Frente Unido antes de que el cura se fuera al monte”. O más adelante: “Pues sí, cualquiera diría que fue Cadavid el que inventó a Camilo, ya que le seguía a todas partes como si fuera su empresario, su nana, era inmamable (…) Al día siguiente, a las cinco de la tarde, Camilo caía muerto en combate en Patio Cemento, Santander del sur. ¿Has visto un viaje más rápido que este desde Argelia hasta Santander?” (Juego de damas, página 181).
No son muchas más las referencias de Torres en Juego de damas. Pero esos estudiantes que lo frecuentaban, admiraban o hablaban de él, fueron los mismos que murieron en busca de la revolución, aunque no en el monte sino en un apartamento (parodia) donde explotó accidentalmente un almacén clandestino de explosivos. Ese hecho es el detonante de la conclusión de Juego de damas, con aquello de que la revolución en Colombia fracasó por un pollo asado (el origen del accidente es un horno prendido). Una manera (parodia) de dar cuenta del fracaso de la lucha armada.
Y es radicalmente distinta la imagen de Torres en la novela publicada 29 años, Desnuda sobre mi cabra. El Cura, en primera instancia, aparece como integrante y líder de las brigadas sociales que los jóvenes universitarios cumplen en los barrios populares. “Al mando del grupo iba el cura, joven y simpático, con una pipa en los labios que no lograba ocultar una permanente sonrisa, y tras él los muchachos, que al descender del automóvil se introdujeron en la casa cural” (Desnuda…, página 181).
La novela posterior, la de 2006, se ubica temporalmente antes de la primera: propone el retrato del Cura antes de que los estudiantes los mitificaran. Y allí el sacerdote es ubicado lejos de cualquier pedestal: por ejemplo, tiene un romance con la monitora de una de sus cátedras, llamada Alicia Restrepo quien, dice la historia, es una de las precursoras en el uso de la píldora anticonceptiva en el país: “Decían que Alicia había sido la causa secreta por la cual Camilo arrumó los hábitos para irse a dispararle al blanco móvil de las utopías en las montañas de Santander, y donde habría de caer, víctima de la puntería a que desde tiempo atrás lo tenía sometido el coronel chiquito de quien decían que parecía gringo subdesarrollado” (Desnuda…, página 220).
El “blanco móvil de las utopías”, que busca un sacerdote que no es célibe. Lo explica Monsalve –el otro personaje común a los dos libros– en Desnuda sobre mi cabra: “No creo que a Camilo lo hayan vencido las tentaciones de la carne. Pienso que en su extraña determinación tuvieron mucho que ver las artimañas de los cismáticos y los protestantes, de los anabaptistas y presbiterianos que lo rodean”, y luego suelta una de las procacidades características de Monsalve sobre el romance entre Alicia y el cura.
Y la anécdota resulta en que es Alicia quien entrega a Torres. “Alguien sugirió que la flaca [Alicia], metida hasta el cuello en los círculos más extremistas del movimiento estudiantil, fue detenida con documentos que comprometían a Camilo y algunos miembros del grupo Bisturí, a la sazón enredados en planes indudablemente subversivos”.
La muerte de Camilo produce un desencanto en quienes son partidarios de la revolución armada (el mismo asunto que ocupa Juego de damas). Las novelas quedan unidas en los propósitos de reescribir la historia y lanzar posibles respuestas (paródicas, en todo caso) para explicar por qué fracasó aquello de buscar cambios, pero en el monte y con un fusil en la mano.
El escritor dejó pistas sobre esta unión entre las dos obras. Ocurre al final del capítulo en Desnuda sobre mi cabra dedicado a Torres. Allí, cuando los integrantes de la pandilla le preguntaban a Monsalve por la mujer con la que andaba en esos días (Alicia, la amante Torres), él contesta significativo y metafórico: “Una promesa de Menina”.
*Con información y frases tomadas de la investigación «Del deseo y el juego al fracaso de la revolución armada en dos novelas de Moreno Durán» del mismo autor de este blog.