En el segundo semestre de 2021, en medio de las dificultades por el tercer pico de la pandemia, Colombia vivió una nueva oleada de un fenómeno que se repite en la última década: la llegada de migrantes haitianos en su ruta hacia el norte del continente. Estados Unidos, como destino final. No es la primera vez que este fenómeno ocurre. Miles de personas de diversas nacionalidades hacen rutas inverosímiles por mar hacia los países del cono sur y luego avanzan en transporte público y a pie hacia el sur. En el pasado se han documentado grupos de africanos en esas travesías.
Pero lo que ocurrió en 2021 fue aún más complejo de lo ya conocido. La crisis económica generada por el coronavirus hizo que miles de familias hatianas radicadas en Chile, Argentina y Brasil decidieron emprender la migración hacia Estados Unidos. El momento planteaba algunas diferencias, con respecto a otras oleadas migratorias. Algunos de los grupos eran familias enteras. Y –dos– la mayoría de ellos tenían dinero para costear el viaje: dejaban atrás una vida de años de trabajo y ahora querían otro sitio para volver a empezar.
Ese detalle, el dinero, exacerbó la presencia de las bandas de tráfico de personas que se aprovecharon de miles de ellos. Algunos cuentan que el viaje por varios países era relativamente tranquilo hasta llegar a Colombia: el paso entre Rumichaca, en Nariño; y Capurganá, en la costa chocoana, no solo los dejaba exhaustos sino arruinados económicamente. El drama de los migrantes se convirtió en noticia. Algunas veces en las terminales de buses de Pasto, Cali o Medellín, donde se veía y se registró su alta demanda de buses. Luego, más hacia el sur, en las playas de Necoclí, estalló una crisis humanitaria inesperada.
En ese municipio de playas paradisíacas se formó un “trancón” de personas porque el número de viajeros llegados desbordó la capacidad de los botes para pasar el golfo hacia Capurganá. Entonces también quedó desbordada la capacidad de hostales, hoteles y hospedajes. Muchos, con el dinero que les quedaba, se fueron a casas donde con altos costos tomaron una habitación en alquiler. Cientos más armaron carpas en las playas: cambuches de plástico, sin baño ni comodidad alguna. En ese improvisado campo de albergues de plástico durmieron durante semanas mujeres, niños y viajeros en general. Fue talk la crisis que se hizo necesaria la intervención de la Cancillería, que participó en varias reuniones con Panamá para abordar el tema. Era necesario desbloquear el paso y permitir que las personas siguieran su ruta, en las inciertas selvas del tapón del Darien.
A través de esta serie de reportajes, titulada “Los pasos perdidos, la ruta de los migrantes haitianos en Colombia”, un equipo de RTVC Noticias, el informativo de la televisión pública colombiana (La reportera en campo Stephanie Valencia; el realizador de video Arturo Almanza; y el editor periodístico y escritor de las piezas finales Jairo Patiño; los editores de video Felipe Mora y Guillermo Sepúlveda) reconstruyó el viaje de frontera a frontera: desde Nariño a Chocó. En un largo viaje en carretera, y a través de la técnica del reportaje en televisión, se le dio una mirada en profundidad a la crisis a través de los personajes y rostros.
La manera como las redes de transporte ilegal los engañan en Pasto o en Cali; el cruce de rutas migrantes, entre venezolanos y haitianos, en Medellín; la profunda crisis humanitaria en las playas de Necoclí, donde no había ni agua ni alimento; y la amenaza del Clan del Golfo, en el tapón del Darién, que el grupo no sólo documentó sino también sufrió porque milicianos de ese grupo criminal amenazaron al equipo de reporteros en capo.
Este trabajo ganó el premio de periodismo CPB 2022 como mejor trabajo en televisión