Al final de la charla, cuando ya le quitaban el micrófono de la camisa, le solté un “berraco, muy berraco”, coloquial y desprevenido, para calificar su libro y su empeño. Se quedó callado unos segundos y luego dijo: “curioso. ‘Berraco’ también puede ser un insulto”.
De esa minucia de lenguaje –también– está hecho Ñamérica, lo nuevo de Martín Caparros. Hay una declaración de principios desde el título en el que quitó la “N” del continente y la reemplazó por una “Ñ”. Nada al azar. Nada en la escritura debe ser al azar y en los libros de Caparrós suele que las cosas están en su sitio en busca de significados; en busca de escritura que –sabemos– en él funciona como eso: subversión y propuesta.
Periodismo y literatura en una tierra sin límites. Sonoridad, estructura y agudeza de la escritura literaria; hallazgos, revelaciones y compases del periodismo. Pero el libro pretende tender puentes (iluminarlos, hacerlos visibles) no sólo en asuntos de género y lenguaje sino –y ahí, claro, la relevancia– en la cultura, origen e identidad de un continente.
Y sobre todo en los problemas de cada día. En los asuntos de barrio y esquina. Porque Ñamérica es un ensayo sobre lo que deberían ocupar a los gobernantes del continente: desigualdad y pobreza, por ejemplo, que se revisan con cifras, reportes, análisis y diagnósticos de las “onegé”. El resultado es que quedan a la vista las cicatrices y heridas abiertas de una sociedad.
Ñamérica es, al fin de cuentas, un recorrido. Caparrós va por ahí cazando inicios (como define él mismo su trabajo en los Talleres de la Fundación Gabo o, a veces, cuando se le pregunta). En las páginas de este largo viaje es posible verlo de arriba a abajo en este continente con la Ñ en común: en una plaza de mercado; en un barrio pobre donde los pobres comen basura, en un barrio rico donde los ricos respiran entre árboles; entre un platanal donde las multinacionales cultivan banano; o a la orilla de un río donde las multinacionales explotan el oro.
La técnica del ensayo que pretende y aspira a abarcar y agotar un tema (por ejemplo: las migraciones en cinco grandes oleadas, la primera hace unos 300 mil años, que poblaron América); y el método del periodista que va y observa y escribe; reportería, se llama en las redacciones (todo el libro como ejemplo, como recorrido de reportería. Pero resulta memorable la reconstrucción de la ciudad de El Alto, en Bolivia; o el recorrido por la plaza de mercado de Chichicastenango, en Quiché, Guatemala.
La doble mirada que quizá también sea una toma de posición (una más) ante estos tiempos de periodismo de redes, retweet y tendencias de redes. La profundidad como único camino. El “cómo” narrativo, como vigente posibilidad de periodistas. Nada nuevo. Cómo se hace en castellano, eñes incluidas, desde los precursores: Rodolfo Walsh, con Operación masacre; Tomás Eloy Martínez, con Lugar común la muerte; y Gabriel García Márquez, con Relato de un náufrago.
Y ahora Martín Caparrós, con Ñamerica o El Hambre, que había publicado en 2015. Todo puede ser escrito para Caparrós. Y cuando eso que llamamos realidad no le alcanza, también hace novelas.