Guerra de Corea: recuerdo de un veterano colombiano

La guerra de Corea tiene un significado especial para Colombia. Es el único país de Suramérica que se unió al ejército de Naciones Unidas, liderado por Estados Unidos. En la conmemoración de los 70 años del inicio esa guerra que aún no termina hablé –en un trabajo para Noticias RCN TV– con el coronel retirado del Ejército Guillermo Rodríguez. Cuando era un joven teniente fue enlistado en el batallón Colombia y enviado en buque a la península y a la línea de combate. En esta charla recuerda qué vio cuando llegó al país en llamas y cómo fueron esos días aciagos. “De los combatientes quedamos solo 10 o 15 oficiales”, dice el Coronel en la entrevista. El oficial conserva fotos históricas de sus días en Corea. Las imágenes parecen las escenas de una película histórica y lejana. 

  

En Seúl hay un monumento descomunal en honor a los soldados caídos: es el memorial de la Guerra. En el patio de banderas de acceso, ondea el tricolor nacional y en la base del mástil, un panteón con una inscripción que recuerda la participación de las tropas del Batallón Colombia. En los pasillos y salones están las memorias de la cruenta guerra. Los aviones, las armas y representaciones de las batallas más mortales. Y en una de las salas, un rincón dedicado a Colombia. En las vitrinas están los uniformes, las insignias y los equipos que utilizó el Batallón Colombia. 

También libros 

Varios escritores se han ocupado del tema de la guerra. RH Moreno Durán escribió en 1996 la novela “Mambrú”, llena de testimonios de cómo se vivió la situación en el campo de batalla. Y hace apenas dos años, Andrés Felipe Solano, quien se radicó en Seúl, escribió «Cementerios de Neón», una novela sobre Colombia y esa guerra. Y, otro ejemplo, Juan Gabriel Vásquez, en su celebrado libro de cuentos “Canciones para el incendio”, incluye uno sobre un falso veterano en esa guerra de Corea.

Fueron más de 5 mil hombres colombianos en esas tierras. Según las cifras de los oficiales retirados: 163 muertos, 448 heridos, 30 prisioneros de guerra y 60 desaparecidos. En estos días de conmemoración y homenaje, la embajada de Colombia ha participado en distintos actos. Son 70 años de la guerra más cruenta, después de las mundiales. Cerca de 3 millones de muertos y entre ellos, más de un centenar de colombianos: jóvenes soldados que en aquel año cincuenta tuvieron que ir a la guerra. 

La guerra sigue

Las dos Coreas guardan su memoria en una larga línea desmilitarizada, enrejada y de aspecto lóbrego. Es la zona acordada tras el armisticio en la península que silenció los fusiles en la confrontación que inició el 25 de junio de 1950 y terminó el 27 de julio de 1953. Fue un acuerdo parcial para darle paso a décadas de tensión que aún hoy continúa. Los dos países completan 7 décadas como enemigos, lo que incluyen además la permanente ameneza nuclear del lado norte, liderado en este momento por Kim Jong-Un. Por eso se le conoce como el lugar más tenso del mundo. El punto Panmunjom es el más conocido de la DMZ (como se identifica a la zona desmilitarizada por sus siglas en inglés) y allí han ocurrido históricos encuentros entre líderes y presidentes. 

Pero a lo largo de la línea hay otros espacios que son atractivo para turistas y monumentos a la memoria. Es el caso del parque Imjingak, un extenso campo donde hay desde locomotoras abaleadas en la guerra, algunos de los búnker originales –donde se escondieron y murieron soldados– y el puente de la libertad, uno de los sitios más simbólicos de toda la zona desmilitarizada. El paso está atravesado por una reja, que interrumpe el paso, en un símil de lo que ocurrió con la vida de miles de familias separadas por la guerra. En las rejas del punto fronterizo, los dolientes llevan años poniendo cintas en el alambrado para recordar a sus seres queridos. El panorama es sobrecogedor.

A unos Kilómetros de ese lugar está otro sitio en la frontera visitado por turistas. Es el observatorio Odusan, o Mirador de la paz, como se conoce a una construcción en lo alto de una colina, con terrazas y binóculos para mirar a Corea del Norte. Cientos de surcoreanos llegan cada día para mirar por los lentes esa otra realidad, la que está la otro lado del río y de la frontera. En las plantas inferiores del mirador hay una instalación artística que también habla de la crueldad de la guerra. Es un salón lleno de fotos familiares y mensajes de los que algún día aspirar a reencontrarse. Dolores y cicatrices intactas durante 7 décadas. 

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