Es futbolero confeso desde el primer disco. En 1978, cuando un Joaquín Sabina de voz diáfana y barba negra debutó con Inventario, el tercer corte del lado A se llamó “El tango del quinielista”. Es, como lo dice en el primer verso, “la historia de un hombre cualquiera / que una tarde marchita de domingo / pegado al transistor / sufre y espera que den / el resultado del partido”. Y ese hincha, un verso después, se encuentra en el lunes amargo de la derrota, con el papel de la apuesta tachado y sumido en una vida que, por ahora, no cambiará, “por culpa de un balón / y un portero de un penalti cabrón / y de un defensa / por culpa de un maldito delantero”.
Canciones completas o versos con un guiño, una metáfora. En 1990, en la canción “Eclipse de mar” escribió “Hoy dice el periódico que ha muerto una mujer que conocí / que ha perdido en su campo el Atleti / y que ha amanecido nevando en París”. En 1996 cuando en su disco Yo, mí, me contigo le dedicó una canción a Joan Manuel Serrat, en uno de los versos de “Mi primo el Nano” cantó: “que no teme a gigantes ni a molinos / y cuando gana / el Barça cree que hay Dios y es azulgrana”. Tres años después regresó a la costumbre de hacer canciones completas y en el que quizá es su disco más absoluto, 19 días y 500 noches, hay una oda a Maradona, Boca y la Bombonera: “Dieguitos y Mafaldas”.
La canción es una bella nostalgia. Los versos hablan del recuerdo de años felices, donde hay dos cosas trascendentales: llegar a la cancha de Boca y el amor de una mujer llamada Paula. “Veinte años de príncipes azules / que se marchaban antes de llegar, / veinte tangos de Manzi en los baúles, / veinte siglos sin cartas de papá. / De González Catán, en colectivo, / a la cancha de Boca, por Laguna”. Ese viaje en colectivo hasta la Bombonera es el hilo conductor de la canción y el personaje de la inspiración, Paula, existe: “Los muchachos de “la doce” más violentos, / cuando la “junan”, en la Bombonera, / le piden, a la Virgen de los Vientos, / que, le levante, a Paula, la pollera”. Se trata de Paula Seminara, “la niña de los ojos de la luna” que, como era natural, se hizo famosa entre los hinchas de Boca y melómanos.
En esa canción el amor a una mujer es igual al amor por un equipo de fútbol: “Le debo una canción y algunos besos / que valen más que el oro del Perú, / sus huesos son sobrinos de mis huesos, / sus lágrimas los clavos de mi cruz”. La relación de Sabina con Boca es profunda y trascendió más allá de esos versos. Juan Román Riquelme es su amigo (casualmente, no lo nombra en la canción y en cambio, le dedica un verso a Palermo: “le toca a Palermo tocar el balón, / “la doce” se altera”). Se trata de una amistad en la que se cruzan mensajes y en la que, a manera de homenaje, el diez en un par de oportunidades saltó a la cancha de la Bombonera luciendo el característico bombín que usa el español.
Pero Sabina, como hincha, no solo sigue a Boca: ama en concreto al Atlético de Madrid, una religión a la que, según ha confesado en tarima, lo metió su guitarrista y compañero Pancho Varona. En 2003 compuso el himno del centenario del Atleti y, como debía ser, le salió no tan marcial y rígido sino muy Sabina. Inicia con la justificación que generalmente ronda a los escritores cuando hablan de fútbol: es algo que no se puede explicar: “Y eso que no soy el tipo / del hincha que rompe piernas / por defender a su equipo. / Para entender lo que pasa / hay que haber llorado dentro / del Calderón, que es mi casa. / O del Metropolitano, / donde lloraba mi abuelo / con mi papá de la mano”. Luego, en un estribillo, hace una enumeración que sirve también de decálogo para explicar lo que es ser hincha, no solo del Atleti sino del fútbol: una manera de aguantar, crecer, sentir, soñar, aprender, sufrir, palmar, vencer, vivir.
Pero ni la canción a Maradona y a Boca, ni el himno para su equipo fueron suficientes. Lo mejor que ha hecho Sabina en materia de fútbol, su más impresionante gambeta en verso, es un remake del tango “Malena” que recompuso y le dedicó a Jorge Valdano. Ocurrió en un programa que la Televisión Española hizo en homenaje al delantero de la selección Argentina y del Real Madrid. Fue una entrevista larga, con sorpresas en el estudio como bailarines de tango y –en el último segmento–, antes de la despedida, la presentadora llevó a Valdano a otro escenario dentro del set y le explicó que Joaquín Sabina le quería decir algo. Entonces el cantante le dijo al futbolista: “Supongo que puedo hacer un regalo y supongo que amabas a Malena. Y supongo que Discépolo, si fuera Malena, amaría a Valdano. Así que te voy a cantar “Malena-Valdano””.
La presentadora le advirtió a Valdano que era una dedicación, pero que a cambio tenía que bailar. Entonces la bailarina Beatriz Romero, que minutos antes había hecho una emocionante demostración, al lado de su compañero, Pablo Ojeda, tomó del brazo a Jorge y lo hizo bailar, mientras Sabina les cantaba:
Valdano baila un tango / con la pelota. / Valdano habla lunfardo / con el balón. / Del cuello de las musas / colgó las botas / que aún buscan al Pelusa / con el tacón. / De pibe fue un poeta de los estadios / de míster un esteta / del balompié. / Filósofo de lujo / del vestuario, / Valdano inventa el fútbol / como Gardel. / Aprendió / del escénico miedo la suerte / de jugar / a achicarle el espacio a la muerte / sin dejar / que la vida le empate un partido. / Ojalá que el penalti cabrón del olvido, / Jorgito querido, / lo puedas parar. / Igual se morfa el bíter / de unos mundiales / que deja en Tenerife / blanco al Madrid. / Sus sueños de chiquillo / sentimentales / prestigian el banquillo / de Chamartín. / El Pibe fue un poeta / de los estadios / de míster un profeta / del “savoir-faire” / Defiende los colores / del ser humano. / Valdano canta goles / como Gardel.
Uno de los mejores poemas de fútbol que se ha escrito donde está todo: desde lo más bello, como el gran Mundial de 1986, hasta lo más cruel: aquel “penalti cabrón” (como el del Tango del quinielista) que Sabina le desea a Valdano, ojalá, pueda parar.