García Márquez no fue aficionado al fútbol. Dicen los que han contado su vida que, de niño, prefería estar sentado en las piernas de su abuelo oyendo historias de “la Guerra de los mil días” que estar en alguna calle polvorienta de Aracataca pateando una bola de trapo. Pero el escritor tuvo un fugaz y contundente idilio con la pelota en los años de periodista. Fue en el tiempo del famoso grupo de Barranquilla cuando, como está narrado en Vivir para contarla, decidió al lado de sus amigos crear un suplemento deportivo-literario llamado Crónica. Ese entusiasmo por las gambetas y los goles, quizá, también llevó a García Márquez a dedicarle al tema varias de sus columnas de El Heraldo, llamadas “La jirafa” (nombre que hacía referencia a la ubicación en la página del periódico).
Son en total siete jirafas, dedicadas en mayoría a un jugador que, en ese momento, cautivó a los barranquilleros y a los hinchas de Junior: el brasileño Heleno da Freitas. Era la década del 50. En Colombia se vivía la llamada época de El Dorado, un momento único y polémico en el recién nacido fútbol profesional. Una huelga de jugadores en Argentina, porque pedían mejores sueldos, desencadenó la llegada masiva de futbolistas extranjeros a Colombia y la liga, de un día para otro, se llenó de estrellas y jugadores de inmensa calidad y fama. Cada club construyó una impresionante vidriera de nombres y apellidos. Néstor “Pipo” Rossi, Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera, en Millonarios –a quienes García Márquez vio jugar y les dedicó varias líneas–; o el “Rodillo Negro”, del Deportivo Cali, formado por peruanos, entre ellos Valeriano López; o los brasileños Heleno y Elba de Pádua Lima, conocido como “Tim”, en Junior.
En ese atípico y azaroso momento García Márquez era periodista. Y escribió apenas 7 columnas, una nimiedad en medio de su prolija producción. Los textos que hoy reposan en las hemerotecas y en las extensas antologías de textos periodísticos son desde odas a Heleno hasta confesiones sobre su distancia con el deporte. Como su primera columna sobre el tema, que apareció el día de su cumpleaños número 23: el 6 de marzo de 1950. Tituló “La jirafa” así: “De la santa ignorancia deportiva”. Allí, como el título lo indica, hace una confesión pero además le recuerda ciertas características discutibles al fútbol: “once caballeros vestidos de niños se empeñen en demostrarles a otros once, igualmente vestidos, que con las extremidades inferiores pueden hacerse, en determinadas circunstancias, mucho más de lo que habitualmente se hace con la cabeza”.
Marzo de 1950 es un mes clave en la historia de Heleno y Junior: llegó a barranquilla el 13 y debutó tres semanas después: ante el Atlético Bucaramanga, cuando convirtió cuatro goles. Esa goleada puedo influir en el siguiente texto de García Márquez sobre fútbol, que apareció el 1 de abril con el título “Abril de verdad”: allí el periodista y escritor en ciernes se preguntaba “Si el doctor Heleno de Freitas está en capacidad de traducir al castellano toda la destreza con que juega en portugués”.
Luego apareció la jirafa titulada “El doctor De Freitas”, del 18 de abril de 1950. Allí García Márquez hizo una maravillosa reseña del primer mes de Heleno al servicio de Junior. Y atención a la forma como narró el hecho de que, después de algunos contrastes, el brasileño fuera por fin aplaudido por los aficionados: “El doctor de Freitas –que debe ser un buen abogado– redactó esa tarde, con los pies, memoriales y sentencias judiciales no solo en portugués y español alternativamente, sino con citas de Justiniano, en purísimo latín antiguo”.
El 5 de junio apareció la columna de García Márquez más celebrada y citada sobre fútbol. Se titula “El juramento” y narra, con la belleza que solo García Márquez podía construir por escrito (aunque en ese momento tenía 23 años), un partido de Eldorado, con Heleno y Di Stéfano en la cancha: “Alfonso y Germán no tomaron nunca la iniciativa de convertirme a esa religión dominical del fútbol, con todo y que ellos debieron sospechar que alguna vez me iba a convertir en ese energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser considerado como el último rastro de civilización, que fui ayer en las graderías del municipal”.
Ese energúmeno, recién llegado a la pasión del fútbol, relató el momento de su llegada con la contundencia que, ya en ese momento, era su sello narrativo. Sigue la historia del partido de El Dorado así: “El primer instante de lucidez en que caí en la cuenta de que estaba convertido en un hincha intempestivo, fue cuando advertí que durante toda mi vida había tenido algo de que muchas veces me había ufanado y que ayer me estorbaba de una manera inaceptable: el sentido del ridículo. Ahora me explico por qué esos caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten como un calamar en su tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su gorrita a varios colores”.
Y tras ese repaso por el ambiente de la tribuna y el estadio, fijó la mirada aguda de escritor en las acciones del campo. Y para ponerlo en palabras (es decir, en narrativa), comparó a los futbolistas con escritores. “Por otra parte, si los jugadores del Junior no hubieran sido ciertamente jugadores sino escritores, me parece que el maestro Heleno habría sido un extraordinario autor de novelas policíacas. Su sentido del cálculo, sus reposados movimientos de investigador y finalmente sus desenlaces rápidos y sorpresivos le otorgan suficientes méritos para ser el creador de un nuevo detective para la novelística de policía”.
Y, claro, Millonarios (el mítico “ballet azul”) también le arrancó algunas frases. “Y esto por no entrar con los Millonarios, cuyo gran Di Stéfano, si de algo sabe, es de retórica”. Esta columna de García Márquez ha salido de las gavetas de los coleccionistas varias veces. Fue incluida en 1995 en el especial “Literatura de pelota” de la revista argentina La Maga. Y en 2011, durante la Copa América también en Argentina, hizo parte de una antología de cuentos de fútbol repartida en las tribunas de los estadios antes de los partidos.
Hubo tres “jirafas” más sobre fútbol en aquel tiempo. En “El fútbol de las grandes potencias”, el 13 de diciembre de 1950, propuso dirimir los conflictos entre oriente y occidente con un partido de fútbol; allí lanza una alineación específica donde los centro forward serían Truman y Stalin. Y le dedicó, finalmente, dos columnas más a Heleno: “La nota anual”, de mayo 24 de 1951 y “Heleno por punta y punta”, del 21 de junio de 1951. Hay que leer estas columnas en el orden cronológico. Resultan un bello manifiesto de cómo un hombre, que para el caso es el uno de los más grandes en la historia de la lengua castellana, se hace hincha del fútbol. Y un dato, a modo de tiempo extra. En Vivir para contarla, donde fútbol está escrito sin tilde, es decir a lo mexicano: futbol, dice García Márquez que al fútbol también le debe su peor texto escrito alguna vez, cuando –para la revista Crónica– le hizo una entrevista a Sebastián Berascochea.